domingo, 16 de septiembre de 2007

¿A qué huelen las nubes?


El otro día leía un artículo en el que se cuestionaba en su titular la desigualdad laboral amparándose en que son las mujeres las que no se animaban a alcanzar puestos de responsabilidad. “Creo que la mayoría de las mujeres que se acercan al cristal (refiriéndose al "techo de cristal") son repelidas. Descubren que no les gusta el olor”-afirma Lucy Kellaway en este artículo-.

Me pregunto por qué la autora hace esa afirmación. ¿Por qué no les gusta ese olor a las mujeres que llegan más arriba? Quizá porque huele a reuniones y consejos de dirección eternos, a sobremesas interminables, a partidos de golf, paddel y salidas nocturnas. Actividades todas ellas en las que se afianzan relaciones, se definen estrategias en la empresa, se valoran tendencias y se intercambian pareceres.

Realmente no sé si es eso a lo que huele el techo de cristal o es que, una vez que llegas allí, lo único que alcanzas a ver son nubes (o nubarrones). O quizá sea que intuyes que huele a “renuncia”, a “no conciliación” y a “zancadillas” en el camino.

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